Nombre completo: Eduardo Vicente Bianco
Por Néstor Pinsón
El tango ya había sido introducido en París por los Gobbi y luego por la legendaria avanzada, de 1913, del letrista y bailarín Enrique Saborido y del pianista y compositor Carlos Vicente Geroni Flores. Continúa unos meses más tarde, con el arribo a “La Ciudad Luz” de los músicos Vicente Loduca, Celestino Ferrer, Eduardo Monelos y el bailarín Casimiro Aín.
Muy pronto se agregaron Güerino Filipotto y Pepe Chuto. Con todos ellos el tango comenzó a difundirse. En 1914, algunos se fueron a Estados Unidos a probar fortuna, otros regresaron a Buenos Aires, y llegó la primera guerra mundial.
Finalizada la conflagración, el tango siguió firme y alcanza el furor con la presencia de Manuel Pizarro. Su apellido se convierte en sinónimo de tango. Rápido captó la oportunidad que se presentaba y mandó llamar a sus cuatro hermanos. Así, llegó a tener cinco “orquestas Pizarro”.
En 1924, una nueva presencia argentina, la de Eduardo Bianco, pero antes, haré un breve relato de su historia.
Desde pequeño tuvo una formación clásica, estudió violín en su ciudad natal, Rosario, Provincia de Santa Fe. Ya muchacho, marchó a Buenos Aires para incorporarse a alguna orquesta, pero según propia confesión, la suerte le fue esquiva. Entonces, decidió probar fortuna en París. Pero no fue uno más, enseguida interpretó el gusto del público y le dio a sus tangos ese sabor europeo, notablemente aceptado en todos los países donde se presentó.
Su primer labor fue en el restaurante Capitol, junto a “El Inglesito” José María Schumacher (bandoneón) y Luis Cosenza (piano), allí estuvo seis meses. Después, integró las huestes de “El Tano” Genaro Espósito, para recalar luego, en las de Manuel Pizarro. Pero su intención no era ser un muchacho de la orquesta, tenía sus propias ideas.
Para ponerlas en práctica llamó a Juan Bautista Deambroggio, “Bachicha”, que estaba en Marsella. Había sido primer bandoneón de Roberto Firpo y un músico con excelente formación para la época. Juntos formaron la Orquesta Típica Bianco-Bachicha e inauguraron el Cabaret Palermo, ubicado en la planta baja del ya famoso “El Garrón”.
A los pocos días, apareció un guitarrista argentino que venía de España y había actuado con los hermanos Julio Navarrine y Alfredo Navarrine en la agrupación “Los de la raza”. Su nombre: Horacio Pettorossi, que fue incorporado de inmediato junto al baterista Mario Melfi y el bandoneonista Víctor Lomuto, el resto eran músicos europeos. Debutaron en el “Washington Palace”, en 1925.
Entre los vocalistas que pasaron por la orquesta, podemos citar a Teresita Asprella, César Alberú, Juan Raggi y el propio Bianco, como solista o haciendo dúos con Pettorossi, con Raggi, e incluso en un tema humorístico cantan juntos Bachicha y Melfi. Aquellos tiempos daban para todo, divertían al público y se divertían entre ellos.
Ya sin Bachicha, tuvo de estribillistas nombres ignotos como el de José Cohan, Carlos Américo, Mario Visconte Aragonés y unos cuantos más. En cuanto a sus condiciones para el canto, la suya era una voz engolada, puesta para la ocasión, de registro pequeño, agradable, comparable a la de Juan Carlos Marambio Catán y que por momentos esbozaba un “ritornello” que bien podía hacer pensar en Ignacio Corsini.
Actuó en las salas más importantes: el Opera de París; el Capitol de Marsella; el Real Cinema de Biarritz, el Opera de Nueva York, el Metropolitan de Boston. Hacía un espectáculo muy apreciado pues se preocupó por presentarse con un vestuario llamativo y una suntuosa escenografía. Impuso el tango en los países más diversos: Suiza, Turquía, Grecia, Polonia, Austria, Bulgaria, el Medio Oriente.
En una charla con Lito Bayardo, Bianco le confesó: «Tuve el altísimo honor de ser invitado para actuar ante el Rey de España, Alfonso XIII, siendo elogiado por Su Majestad que gustaba mucho del tango. Di conciertos en varias cortes, actuando durante 17 meses en Rusia, con felicitaciones del mariscal Stalin, luego de una función en Moscú. La guerra me sorprendió dando conciertos en Alemania, en el “Deutsches Theater”. Traté por todos los medios de alejarme de los países beligerantes, pero no lograba el permiso de salida. He visto de cerca los horrores de la guerra y un día, al tratar de alejarnos, intentando pasar la frontera, fui arrestado en Innsbruck. Nos liberaron gracias a la intervención de un militar que gustaba del tango. Para mí y mis acompañantes no podían existir ideologías políticas. Yo era un director de orquesta conocido y compositor de tangos. No obstante sentí miedo de los que nos seguían a sol y a sombra, esto me produjo problemas cardíacos y estuve internado en un sanatorio de Magdeburgo».
Estos conceptos, en su momento, fueron rebatidos por quienes afirmaban que Bianco había sido “colaboracionista” durante el nazismo. Incluso, por su famoso tango “Plegaria” llamado “el tango de la muerte”.
Por fin en 1943, Bianco retorna al país y es contratado para actuar en el Teatro Nacional de la avenida Corrientes. Aquí un recuerdo de nuestro amigo y colaborador Héctor Lucci: «Yo tenía 18 años y andaba entusiasmado con tener un bandoneón, entonces leo un aviso en el diario La Prensa ofreciendo en venta dos bandoneones nuevos. Era en la calle Uriburu, a una cuadra de Santa Fe. Fui y me encontré con un departamento no muy grande con valijas y baúles a medio abrir. El señor se presentó como hermano mayor de Eduardo que se anticipaba al viaje de aquel para ahorrarle esfuerzos. Como necesitaba dinero me pidió 180 pesos por cada bandoneón, eran “Doble A” a estrenar, negros nacarados y comprados en Alemania. Le compré los dos.
«Cuando fui a retirarlos, pues no andaba con el dinero encima, su hermano que ya había llegado se aprestaba a estrenar su espectáculo, y enterado de la operación, dejó para que se me entregaran cuatro entradas. El espectáculo fue muy atractivo, la gente al final lo aplaudió de pie, era una orquesta con doce músicos. Terminada la función fui a saludarlo».
Bianco sufría de asma, el clima de la capital no le caía bien. Le sugirieron trasladarse al sur del país y se asentó en Comodoro Rivadavia. Pero su gran público estaba en Norteamérica y en países de Medio Oriente que lo requerían. En 1950, emprendió viaje nuevamente. Aquí fue atracción por breve tiempo, las grandes orquestas de los cuarenta estaban en su apogeo.
Murió en Buenos Aires. Por mediación de Francisco Canaro sus restos se encuentran en el panteón de SADAIC en el Cementerio del Oeste de la Chacarita.
Dos tangos compuso con letra de Lito Bayardo: “Tango romanza” y “Gringa gaucha”. Otros títulos para destacar son “Poema”, compuesto en conjunto por un grupo de músicos durante un largo viaje en tren, pero registrado por Bianco y Mario Melfi. El nombrado “Plegaria”, “Incertidumbre”, “Crepúsculo”, “Perjuro”, “Congojas”, “Sueña corazón” y una cantidad enorme imposible de completar.
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Por Néstor Pinsón
El tango ya había sido introducido en París por los Gobbi y luego por la legendaria avanzada, de 1913, del letrista y bailarín Enrique Saborido y del pianista y compositor Carlos Vicente Geroni Flores. Continúa unos meses más tarde, con el arribo a “La Ciudad Luz” de los músicos Vicente Loduca, Celestino Ferrer, Eduardo Monelos y el bailarín Casimiro Aín.
Muy pronto se agregaron Güerino Filipotto y Pepe Chuto. Con todos ellos el tango comenzó a difundirse. En 1914, algunos se fueron a Estados Unidos a probar fortuna, otros regresaron a Buenos Aires, y llegó la primera guerra mundial.
Finalizada la conflagración, el tango siguió firme y alcanza el furor con la presencia de Manuel Pizarro. Su apellido se convierte en sinónimo de tango. Rápido captó la oportunidad que se presentaba y mandó llamar a sus cuatro hermanos. Así, llegó a tener cinco “orquestas Pizarro”.
En 1924, una nueva presencia argentina, la de Eduardo Bianco, pero antes, haré un breve relato de su historia.
Desde pequeño tuvo una formación clásica, estudió violín en su ciudad natal, Rosario, Provincia de Santa Fe. Ya muchacho, marchó a Buenos Aires para incorporarse a alguna orquesta, pero según propia confesión, la suerte le fue esquiva. Entonces, decidió probar fortuna en París. Pero no fue uno más, enseguida interpretó el gusto del público y le dio a sus tangos ese sabor europeo, notablemente aceptado en todos los países donde se presentó.
Su primer labor fue en el restaurante Capitol, junto a “El Inglesito” José María Schumacher (bandoneón) y Luis Cosenza (piano), allí estuvo seis meses. Después, integró las huestes de “El Tano” Genaro Espósito, para recalar luego, en las de Manuel Pizarro. Pero su intención no era ser un muchacho de la orquesta, tenía sus propias ideas.
Para ponerlas en práctica llamó a Juan Bautista Deambroggio, “Bachicha”, que estaba en Marsella. Había sido primer bandoneón de Roberto Firpo y un músico con excelente formación para la época. Juntos formaron la Orquesta Típica Bianco-Bachicha e inauguraron el Cabaret Palermo, ubicado en la planta baja del ya famoso “El Garrón”.
A los pocos días, apareció un guitarrista argentino que venía de España y había actuado con los hermanos Julio Navarrine y Alfredo Navarrine en la agrupación “Los de la raza”. Su nombre: Horacio Pettorossi, que fue incorporado de inmediato junto al baterista Mario Melfi y el bandoneonista Víctor Lomuto, el resto eran músicos europeos. Debutaron en el “Washington Palace”, en 1925.
Entre los vocalistas que pasaron por la orquesta, podemos citar a Teresita Asprella, César Alberú, Juan Raggi y el propio Bianco, como solista o haciendo dúos con Pettorossi, con Raggi, e incluso en un tema humorístico cantan juntos Bachicha y Melfi. Aquellos tiempos daban para todo, divertían al público y se divertían entre ellos.
Ya sin Bachicha, tuvo de estribillistas nombres ignotos como el de José Cohan, Carlos Américo, Mario Visconte Aragonés y unos cuantos más. En cuanto a sus condiciones para el canto, la suya era una voz engolada, puesta para la ocasión, de registro pequeño, agradable, comparable a la de Juan Carlos Marambio Catán y que por momentos esbozaba un “ritornello” que bien podía hacer pensar en Ignacio Corsini.
Actuó en las salas más importantes: el Opera de París; el Capitol de Marsella; el Real Cinema de Biarritz, el Opera de Nueva York, el Metropolitan de Boston. Hacía un espectáculo muy apreciado pues se preocupó por presentarse con un vestuario llamativo y una suntuosa escenografía. Impuso el tango en los países más diversos: Suiza, Turquía, Grecia, Polonia, Austria, Bulgaria, el Medio Oriente.
En una charla con Lito Bayardo, Bianco le confesó: «Tuve el altísimo honor de ser invitado para actuar ante el Rey de España, Alfonso XIII, siendo elogiado por Su Majestad que gustaba mucho del tango. Di conciertos en varias cortes, actuando durante 17 meses en Rusia, con felicitaciones del mariscal Stalin, luego de una función en Moscú. La guerra me sorprendió dando conciertos en Alemania, en el “Deutsches Theater”. Traté por todos los medios de alejarme de los países beligerantes, pero no lograba el permiso de salida. He visto de cerca los horrores de la guerra y un día, al tratar de alejarnos, intentando pasar la frontera, fui arrestado en Innsbruck. Nos liberaron gracias a la intervención de un militar que gustaba del tango. Para mí y mis acompañantes no podían existir ideologías políticas. Yo era un director de orquesta conocido y compositor de tangos. No obstante sentí miedo de los que nos seguían a sol y a sombra, esto me produjo problemas cardíacos y estuve internado en un sanatorio de Magdeburgo».
Estos conceptos, en su momento, fueron rebatidos por quienes afirmaban que Bianco había sido “colaboracionista” durante el nazismo. Incluso, por su famoso tango “Plegaria” llamado “el tango de la muerte”.
Por fin en 1943, Bianco retorna al país y es contratado para actuar en el Teatro Nacional de la avenida Corrientes. Aquí un recuerdo de nuestro amigo y colaborador Héctor Lucci: «Yo tenía 18 años y andaba entusiasmado con tener un bandoneón, entonces leo un aviso en el diario La Prensa ofreciendo en venta dos bandoneones nuevos. Era en la calle Uriburu, a una cuadra de Santa Fe. Fui y me encontré con un departamento no muy grande con valijas y baúles a medio abrir. El señor se presentó como hermano mayor de Eduardo que se anticipaba al viaje de aquel para ahorrarle esfuerzos. Como necesitaba dinero me pidió 180 pesos por cada bandoneón, eran “Doble A” a estrenar, negros nacarados y comprados en Alemania. Le compré los dos.
«Cuando fui a retirarlos, pues no andaba con el dinero encima, su hermano que ya había llegado se aprestaba a estrenar su espectáculo, y enterado de la operación, dejó para que se me entregaran cuatro entradas. El espectáculo fue muy atractivo, la gente al final lo aplaudió de pie, era una orquesta con doce músicos. Terminada la función fui a saludarlo».
Bianco sufría de asma, el clima de la capital no le caía bien. Le sugirieron trasladarse al sur del país y se asentó en Comodoro Rivadavia. Pero su gran público estaba en Norteamérica y en países de Medio Oriente que lo requerían. En 1950, emprendió viaje nuevamente. Aquí fue atracción por breve tiempo, las grandes orquestas de los cuarenta estaban en su apogeo.
Murió en Buenos Aires. Por mediación de Francisco Canaro sus restos se encuentran en el panteón de SADAIC en el Cementerio del Oeste de la Chacarita.
Dos tangos compuso con letra de Lito Bayardo: “Tango romanza” y “Gringa gaucha”. Otros títulos para destacar son “Poema”, compuesto en conjunto por un grupo de músicos durante un largo viaje en tren, pero registrado por Bianco y Mario Melfi. El nombrado “Plegaria”, “Incertidumbre”, “Crepúsculo”, “Perjuro”, “Congojas”, “Sueña corazón” y una cantidad enorme imposible de completar.
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1 comentario:
If you're interested in Orquesta Típica Argentina Bianco-Bachicha, I recently posted on my blog a 78rpm recording of their song Angustia : http://ceintsdebakelite.wordpress.com/2011/10/25/orquesta-tipica-bianco-bachicha-angustia-tango
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