Por
Roberto Selles
Edmundo
Rivero en un bar de la ciudad de Buenos Aires, Argentina. Cantor de tango
(1912-1986) conocido como "La voz esperada" y "El feo que canta
lindo". El tema de la poesía lunfarda surgió en un bar de la Avenida Santa
Fe. Cuando nos sentamos a la mesa, pedimos el café de ritual. Rivero nos
sorprendió preguntándole al mozo si había mate cocido. El hombre asintió.
Mientras el cantor vertía el agua caliente sobre el saquito de yerba, nos
comentaba:
"En
pocos boliches tienen mate cocido. Es una lástima. En todos estos sitios
tendrían que venderlo. Deberíamos acostumbrarnos a pedir esta infusión criolla
en cambio de café".
Sí,
Rivero es un auténtico criollo. Un hombre que, como lo hace con el mate, ha
bebido el cancionero argentino en sus fuentes. Por eso, en el siguiente
encuentro -esta vez en el "Viejo Almacén"- soltamos la pregunta con
respecto a los cambios que se han operado en la canción ciudadana…
--
Usted ha conservado la pureza de nuestras especies musicales, pero también ha
cantado a Piazzolla. ¿Qué opina del tango actual?
--
Hay muy pocos o se difunden pocos de ellos.
(Era 1985)
--
Estoy de acuerdo con esto último. Sé de muchos autores -y soy uno de ellos- con
una gran cantidad de tangos que nadie canta. Pero, ¿cómo ve el tango presente?
--
Los tangos de hoy -al menos, los que he escuchado cantan a la luz de mercurio,
al asfalto. No tienen el calor ni el color de la cosa pasada; aquello que cantó
Manrique: "Recuerde el alma dormida, / avive el seso y despierte" el
ubi sunt que anda por tantas viejas letras. Además, hoy se canta de otro modo. Ya
los chicos no ven cosas que les embellezcan la vista o el espíritu. Todo está
en el paisaje. Mire esos edificios modernos: lisos, cuadrados; cuando antes, la
arquitectura estaba poblada de ornamentos. En consecuencia, hoy el tango no se
adorna. Además, nuestro género es muy difícil, porque en él es mejor contar que
cantar. Lo ideal es hacer las dos cosas y, además, adornar el canto. Esto de
los adornos lo introdujo Gardel en el tango cantable.
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Es verdad. Y también Gardel estrenaba tangos continuamente, cosa que ahora, por
cierto, no ocurre.
--
Sí, pero así le iba. Tenía que cantar en el exterior porque aquí aplaudían a
cualquiera.
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Sí, así fue. Pero hoy en día, los cantores de tevé o tanguerías, además de no
interpretar -nuevos tangos, hacen un repertorio "for export", como
ahora se dice.
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Porque los turistas son quienes, generalmente, concurren a esos sitios. Y ése
es otro problema. Un obrero, un empleado, no pueden ir a los lugares de tango.
¿Sabe por qué? Porque a causa de los altos costos actuales, es imposible que
haya espectáculos baratos.
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De todos modos, sigue habiendo cantores de tango. Aunque muchos de ellos han
heredado, lamentablemente, los defectos de los malos intérpretes. Creo que
nadie está tan autorizado como usted para opinar cómo se debe cantar, cómo
deben hacerlo los nuevos cantores que, en definitiva, son los sucesores del
pasado.
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Como ya dije, es bueno que cuenten y canten. Que tengan su estilo. El cantor
debe ser como el pájaro: cada cual canta en su rama.
Nos
despedimos. Estrechamos la mano tan grande como fraternal del cantor. Tomamos
la calle Balcarce hacia el norte. La calle se empecina en retener un pasado de
tango. Volvemos la vista hacia la esquina de Independencia… siempre habrá una
esquina; allí, en el árbol que ha plantado la devoción del pueblo, Edmundo
Rivero sigue cantando en su rama.
Sábado
18 de enero de 1986. La tevé nos tira la noticia, que se nos clava en el alma.
En la derecha, nos duele el recuerdo de la mano grandota de Edmundo Rivero. Hay
un árbol con una rama solitaria.
Publicado en "Todo es Historia", de Félix Luna - Septiembre de 1987
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