8/7/19

Libertad Lamarque, la "Reina del tango" aquí y en el mundo…

Libertad Lamarque. Nombre y apellido que no necesitan definición alguna. En la oportunidad, de poco vale la tarjeta de presentación de esta brillante protagonista de nuestro tango y, mucho más allá, de nuestras artes populares. ¿Quién puede negar la trascendencia internacional de una de las más dignas exponentes de nuestra música? ¿Quién puede desconocer la trayectoria de esta estrella de la escena y del canto? Nacida en Rosario, el 24 de noviembre de 1909, prontamente tendría la posibilidad de alternar en los tablados de barrio. Es decir, que ya llevaba consigo la vocación...

-- Tendría siete años cuando comencé haciendo papeles infantiles. A veces fui araña. Otras, mariposa. Y también (según las circunstancias), hacía de varoncito... Como papá era dirigente sindical, al principio actuaba en reuniones de beneficencia, en sindicatos. A los doce años ya hacía de "dama joven". Un papel característico en el teatro de aquel entonces, que implicaba representar a una "cocotte", una mujer de vida airada. Seguí actuando, y cuando tenía dieciséis años me integré a la compañía de José Constanzó, que representaba sólo alta comedia. Siempre acompañada por mi hermano Pedro, hasta que enfermó de pulmonía y entonces llegó mi madre. A Constanzó le había llegado el dato de que había una muchacha que trabajaba como actriz en Rosario, y fue así como me dio la oportunidad. Cuando tenía diecisiete años, no sé si en Coronel Suárez o Coronel Pringles -es que todos los días, con la compañía, cambiábamos de pueblo- hice una cuarteta cantada. No esperaba tal repercusión: el público aplaudió y debí repetirla dos veces más. En ese mismo escenario, el mismo Constanzó, director y primer actor de la obra, le prometió al público que seguiría cantando. Yo nunca lo había hecho en escena; me desconcertó. Pero hicimos un ensayo con piano y violín… canté.

-- ¿Y cómo llegó a Buenos Aires?
-- Tuve la oportunidad cuando don Pascual Carcavallo, empresario del teatro Nacional, me contrató. Fue en 1926. Vine a trabajar a la gran ciudad y a partir de allí me quedé. Lo que hacíamos eran comedias musicales. En los últimos tiempos, en la compañía de Constanzó habíamos variado el género, dedicándonos más al varieté. Una vez instalada aquí, tuve una carrera realmente meteórica. Porque al poco tiempo los directivos de la casa Victor se hicieron eco y me contrataron. Fue así como en 1926 grabé Chilenito y Gaucho sol, mis primeras versiones discográficas.


-- A todo esto, ¿qué pensaba su familia?
-- A quienes yo obedecía de mi familia era a mis padres. Y como mi padre, cuando yo tenía doce años, me preguntó qué quería seguir y yo le dije que me dedicaría a esto, entonces ya no se opusieron. Eso sí: a mi abuela mucho no le gustaba lo que yo hacía. Pero lo tuvo que aceptar, porque ya desde pequeña yo tomaba decisiones.

-- En su casa, ¿escuchaba tangos? ¿O eso vino posteriormente, con su trayectoria de actriz?
-- Yo recuerdo que cuando era muy chiquita -seis o siete años- canturreaba piezas que mi hermana mayor aprendía y que yo repetía como un lorito. Ella tenía todas las letras del momento en un libro, y de allí leía y cantaba. Si eran o no tangos, no lo puedo precisar. Pero sí recuerdo que a los doce años, me emocionaba mucho con las canciones. Una de las cosas que tengo más presente es "Milonguita", que cantaba mientras hacía los quehaceres. Por supuesto que no teníamos medios para escuchar tangos. Solamente por un cuñado que era músico. De él sacó mi hermana una cantidad de temas. Y de allí las aprendía yo. A la vez, muchas veces a ella le cantaban serenatas. Yo escuchaba y aprendía...

-- ¿Cuándo comenzó a estudiar canto?
-- Fue a raíz del suceso que obtuve con Carcavallo. El mismo, entonces, me impuso al maestro Castronuovo. Fue en forma esporádica, porque luego me fui moldeando sola. Anteriormente, en Rosario, quería estudiar cuando tenía trece años. Pero un maestro me dijo que no lo hiciera, porque posteriormente cambiaría mi timbre de voz y no me sería útil. Tenía razón. Una vez en el Nacional, y con Castronuovo, noté que podía crear éxitos. Uno de ellos fue Mocosita. La acogida del público fue excepcional. En esto tuve suerte, porque a partir de allí el público fue siempre un aliado mío. Es algo a lo cual le estaré agradecida siempre. Sin embargo; yo no me hice famosa por grabar tangos sino por lo que se imponía en ese momento, pasodobles, rancheras y fox-trots. De esos primeros tiempos tengo algunos sucesos muy notorios. Curiosamente, esos temas los aprendía en el estudio, momentos antes de grabarlos. Más tarde, cuando fui tomando alas, cuando tuve una idea propia de lo que quería hacer, empecé a grabar tangos. Y desde ya, también conté con el apoyo del público.

-- ¿Cuándo fue el momento en que sintió el verdadero espaldarazo del público?
-- Indudablemente, cuando mi coronación como "reina del tango" en el teatro Colón, en 1931. Fueron dos presentaciones en dos días, en los cuales el público votaba. Y por esa votación popular fui consagrada con tal título.

-- Anteriormente, ya había comenzado su trayectoria en el cine…
-- Sí. Fue en Adiós Argentina, de Mario Parpagnoli, de 1930. Yo ya me había hecho un nombre, sin embargo tenía un pequeño papel en el filme. Todo lo que hacía era una escena con un gaucho: un abrazo, un beso y una despedida con el pañuelo. En total, trabajé una hora. Pero cuando se estrenó la película, el director advirtió que era un papel muy breve. Y decidió repetir la escena en distintos momentos de la película, así yo hacía más apariciones. Más tarde, Angel Mentasti me llamó para el intento que pretendía hacer la naciente Argentina Sono Film. Así surgió mi intervención en Tango, en 1933.


-- De allí en más, su brillante serie de películas que abrió el mercado exterior para nuestro cine. ¿Usted se siente protagonista fundamental de este "boom"?
-- Decididamente sí. Yo ayudé al cine argentino a abrir el mercado extranjero. Por supuesto que fue recíproco, porque cuando yo viajé hacia el exterior era famosa gracias a las películas. Pero en muchos países había una enorme necesidad de cine argentino a través de mis largometrajes. Y soy consciente de que muchas películas nacionales eran mejores que las que yo hacía. Pero yo cantaba, y las aceptaban por eso. Téngase en cuenta que, hasta que me radiqué en México, había hecho diecisiete películas. Y una vez establecida en dicho país, filmé unos cincuenta largometrajes. Es decir, que fue más fructífera mi trayectoria en Centroamérica que en la Argentina.

-- Usted conquistó todos los públicos. Tuvo sucesos permanentes. Es reconocida en toda América. Su fama no tiene fronteras. ¿A qué lo atribuye?
-- He trabajado siempre, sin descanso. Nunca he tenido blancos, no he estado meses inactiva. Siempre mantuve una plena vigencia. En todos los géneros. Así he podido colmar grandes estadios, o salas de espectáculos. Así pude cumplir en 1976 mis bodas de oro con el tango. Hasta he podido hacer comedias musicales como Hello Dolly o Aplausos, en los últimos años, en mi país. No me quejo de nada, porque siempre he tenido suerte con mi carrera. Aunque debo reconocer que en lo único que tuve menos fortuna fue en la televisión.

-- ¿Hubiera llegado a ser la actriz que es si no hubiera sabido cantar?
-- No hay dudas de que es un complemento inevitable. El actor que pueda cantar -así como también bailar- cuenta con un aliado muy importante. Los que no saben cantar, o no tienen condiciones y pretenden hacerlo, evidentemente están en inferioridad de condiciones. La importancia que el canto ha tenido en mi trayectoria ha sido primordial. Y creo que hasta en eso, complementar el canto y mi trabajo de actriz, he tenido suerte.
Sabemos que más de una generación de argentinos -como del público de otras latitudes- coincidirá con nosotros en que lo que la modestia de Libertad Lamarque insiste en atribuir a la suerte no es sino el talento y el ángel propios de los elegidos.

(De "Tango - 100 Años de Historia", Ed. Perfil, abril de 1992)