19/8/18

Alberto Castillo, el cantor de los cien barrios porteños…

Más allá de los gustos personales, difícilmente se encuentre un caso análogo al de Alberto Castillo. Ha sido, seguramente, el intérprete popular que más gente ha atraído.

Su irrupción en el tango causo una inmediata repercusión, y su popularidad, que trascendió largamente las fronteras, se mantuvo inalterable a partir de 1940. Fenómenos de esta naturaleza no se volvieron a repetir. Alberto De Luca -nacido en el límite entre Floresta y Mataderos un 7 de diciembre de 1914-, o más simplemente Alberto Castillo, fue y es un caso único en la historia de nuestra música popular".

-- Empecé a cantar desde que tengo uso de razón. Tendría siete, ocho años, cuando ya en el barrio los pibes me hacían cantar. Era un poco el crédito de ellos. No había serenata, ni reunión en el barrio donde a mí no me llamasen. Pero como mi familia quería que yo estudiara, seguí alternando las dos actividades. Hasta que llegue a la Facultad de Medicina, con dieciséis años. Allí tuve que definirme: o el estudio o el canto. Había que hacer trabajos prácticos, debía concurrir a todas las clases. Por eso no fue continua mi actividad. Comencé a hacer actuaciones esporádicas. Hasta que, estando como practicante externo en el Hospital Alvear, hacia 1938, se organizó el baile del día de la primavera. Escribimos una revista, con música y letra compuesta por los mismos estudiantes. La hacíamos en el propio comedor del hospital, un lugar amplísimo donde también realizábamos sesiones músico-literarias después de las guardias. Cantando allí y con el éxito logrado por la misma pieza, pasamos al cine de barrio, como se estilaba en cada una de las facultades. A la nuestra le correspondió el Tarico. Entonces seguí cantando. Claro, por ahí lo hacía un mes y luego me quedaba estudiando. Cuando me venían a buscar a casa, mi madre siempre los rechazaba: "No lo molesten ahora, está estudiando". Allí fue el verdadero comienzo.

  

-- Inmediatamente se contactó con Tanturi, ¿verdad?

-- Sí. Creo que fue un familiar mío, amigo de Ricardo, quien le propuso escucharme. Cuando fue a verme, me invitó a cantar directamente a radio El Mundo. Allí fue cuando apareció mi verdadera personalidad, la que definió mi carrera…

-- Es decir, que antes no tenía un estilo definido... 

-- Sí, pero cantaba de otra manera. Donde apareció definitivamente mi personalidad fue en cierta ocasión que canté en la confitería La Sirena, frente a una escollera de Mar del Plata. Como era largo y angosto, todo el público que bailaba lo tenía pegado a mí. Y noté que la gente se movía de acuerdo a las inflexiones de mi voz, Si yo hacía un stacatto la gente se movía y hacía cortes. Y si hacía un ligado aprovechaban para acercarse a la pareja, para hacer la parte amorosa, sentimental. Entonces me di cuenta de que tenía que aprovechar eso: hacer el stacatto o estirar la voz, que al fin de cuentas es lo que seguí haciendo toda mi vida.

-- ¿Cómo lo recibió el público?

-- Sensacional. Cuando volvimos a Buenos Aires, nos presentamos en Ronda de Ases, aquella audición por la cual pasaron todas las orquestas. Tenían que estrenar un tango por semana. Estaban, junto con Tanturi, Fresedo, Troilo, Caló y todas las demás. Aprovechaban y estrenaban. Y a los concurrentes, se les pedía que votaran por escrito por el mejor tango estrenado. Yo ganaba siempre... La muchachada me llevaba en andas, rompían los vidrios, era un furor increíble. Y yo no era más que un muchacho "equis”, que sólo quiso tener una personalidad definida, que nunca imitó a nadie, que respeto a Gardel como el padre de todos los cantores. Pero fue como una erupción. Me quedé con Tanturi hasta 1944. Yo en ese tiempo me recibía y no quería cantar más. Pero en un momento determinado, en que pedí aumento de sueldo, me dijeron que esperara, porque oficialmente se habían quejado de que mi voz era arrabalera, y como en ese entonces salió un decreto prohibiendo muchas letras por su lenguaje, por una cuestión de amor propio me separé y me demostré que podía seguir cantando igual... pero solo. Entonces debuté en la Audición Federal. Un programa que se escuchaba en todos lados... En cierta ocasión, Sciammarella escribió un vals y me dijo: "Tengo un tema para vos". Y así fue como estrené la Canción de los cien barrios porteños. Allí sí, la gente como nunca comenzó a identificarse conmigo. Seguramente porque después de Gardel nadie le volvió a cantar al barrio. Y además, porque advirtieron que mi personalidad no era adquirida, sino espontánea. Yo pienso que a partir de allí comenzó mi carrera.

-- ¿Cómo es eso?

-- Es que formé mi propia compañía teatral, Debuté con Yo soy Juan Tango, en el Presidente Alvear, con la orquesta de Pedro Maffia. Al año, con Olinda Bozán, hice Yo llevo un tango en el alma. También debuté en el cine en Adiós Pampa mía, con Alberto Vila. Y comencé a grabar discos con mi propio conjunto, que dirigía Emilio Balcarce. Y aquí empecé a incluir a los negros. Canté los primeros candombes. Eso fue otro fenómeno popular. Tenía un grupo de morenos que bailaba mientras yo cantaba. Fue una locura, a tal punto que aun en la actualidad me siguen preguntando por ellos. Con mi compañía de revistas, o de comedias musicales, hice prácticamente todos los teatros de la ciudad. Y después, empecé a "caminar" en el extranjero...

-- ¿Cómo observa, luego de aquellos tiempos de esplendor, el movimiento musical actual?

-- Noto que existe una recuperación tanguera. Porque la gente se empezó a dar cuenta del valor del tango tradicional. Lo que no quita que tenga innovaciones, claro está, porque ya no estamos en los tiempos del Quinteto Pirincho. Pero si hay conjuntos como el Sexteto Mayor, que no destruyen al tango y que han permitido su evolución. Es que hay dos cosas fundamentales que deben existir: la melodía y el compás del dos por cuatro. Cuando no existe eso, es cualquier cosa menos tango. El tango tiene que llevar ese ritmo para seguir siendo bailable. Como lo fue en sus orígenes. Porque no hay que olvidarse de que nació acunado al son de las lonjas candomberas. Por eso yo hago el candombe. Porque nació en un barrio habitado pura y exclusivamente por los negros. Por eso no se puede desvirtuar la raigambre. Porque resulta algo con gusto a nada. No es música de Buenos Aires, ni de Estambul ni de ningún lado. Se destruye, no se innova.


-- Y justamente, éste es el momento en que menos se baila...

-- Sí, ahora se escucha mucho y se baila poco. Pero finalmente, esto que se escucha no queda. Y si no queda, no cumple ningún objetivo. La música popular tiene que hacerse para que la gente la silbe o la tararee. Si no, no es popular. No es que esté en contra de la orquestación. Sería interesante que apareciera una orquesta que tuviera un estilo propio, como la de D’Agostino o la de Di Sarli, entre tantas otras. Pero ya en este tema de bailar el tango, la muchachada está asustada. Porque lo que están viendo por televisión es acrobacia pura. No saben que se hace así porque la televisión es show. Pero el tango no se baila de esa forma. Se lo baila "a cuore". Como se lo siente. Y quienes más lo pueden sentir son los adultos. Por una razón muy particular. El tango -y por eso no morirá nunca- cuenta una historia en la cual cada uno de nosotros podernos ser los primeros actores. En el fondo, todas repiten el tema del desengaño amoroso. Y estas cosas solo se pueden ir sintiendo a medida que pasan los años. ¿Qué pibe de 18 años puede sentir este problema? Pero con el tiempo, al tango uno lo siente más. Por eso se baila con el corazón.

Publicado por Miguel Recuerdo
Tango-100 Años de Historia-Pág. 254-255-257