Su irrupción en el tango causo una inmediata repercusión,
y su popularidad, que trascendió largamente las fronteras, se mantuvo inalterable
a partir de 1940. Fenómenos de esta naturaleza no se volvieron a repetir.
Alberto De Luca -nacido en el límite entre Floresta y Mataderos un 7 de diciembre
de 1914-, o más simplemente Alberto Castillo, fue y es un caso único en la
historia de nuestra música popular".
-- Empecé a
cantar desde que tengo uso de razón. Tendría siete, ocho años, cuando ya en el
barrio los pibes me hacían cantar. Era un poco el crédito de ellos. No había
serenata, ni reunión en el barrio donde a mí no me llamasen. Pero como mi
familia quería que yo estudiara, seguí alternando las dos actividades. Hasta
que llegue a la Facultad de Medicina, con dieciséis años. Allí tuve que
definirme: o el estudio o el canto. Había que hacer trabajos prácticos, debía
concurrir a todas las clases. Por eso no fue continua mi actividad. Comencé a
hacer actuaciones esporádicas. Hasta que, estando como practicante externo en
el Hospital Alvear, hacia 1938, se organizó el baile del día de la primavera.
Escribimos una revista, con música y letra compuesta por los mismos
estudiantes. La hacíamos en el propio comedor del hospital, un lugar amplísimo
donde también realizábamos sesiones músico-literarias después de las guardias.
Cantando allí y con el éxito logrado por la misma pieza, pasamos al cine de
barrio, como se estilaba en cada una de las facultades. A la nuestra le
correspondió el Tarico. Entonces seguí cantando. Claro, por ahí lo hacía un mes
y luego me quedaba estudiando. Cuando me venían a buscar a casa, mi madre
siempre los rechazaba: "No lo
molesten ahora, está estudiando". Allí fue el verdadero comienzo.
-- Inmediatamente se contactó con Tanturi, ¿verdad?
-- Sí. Creo que fue
un familiar mío, amigo de Ricardo, quien le propuso escucharme. Cuando fue a
verme, me invitó a cantar directamente a radio El Mundo. Allí fue cuando
apareció mi verdadera personalidad, la que definió mi carrera…
-- Es decir, que antes no tenía un estilo
definido...
-- Sí, pero cantaba
de otra manera. Donde apareció definitivamente mi personalidad fue en cierta
ocasión que canté en la confitería La
Sirena, frente a una escollera de Mar del Plata. Como era largo y angosto,
todo el público que bailaba lo tenía pegado a mí. Y noté que la gente se movía
de acuerdo a las inflexiones de mi voz, Si yo hacía un stacatto la gente se movía y hacía cortes. Y si hacía un ligado
aprovechaban para acercarse a la pareja, para hacer la parte amorosa,
sentimental. Entonces me di cuenta de que tenía que aprovechar eso: hacer el
stacatto o estirar la voz, que al fin de cuentas es lo que seguí haciendo toda
mi vida.
-- Sensacional.
Cuando volvimos a Buenos Aires, nos presentamos en Ronda de Ases, aquella audición por la cual pasaron todas las orquestas.
Tenían que estrenar un tango por semana. Estaban, junto con Tanturi, Fresedo, Troilo,
Caló y todas las demás. Aprovechaban y estrenaban. Y a los concurrentes, se les
pedía que votaran por escrito por el mejor tango estrenado. Yo ganaba siempre...
La muchachada me llevaba en andas, rompían los vidrios, era un furor increíble.
Y yo no era más que un muchacho "equis”, que sólo quiso tener una
personalidad definida, que nunca imitó a nadie, que respeto a Gardel como el
padre de todos los cantores. Pero fue como una erupción. Me quedé con Tanturi hasta 1944. Yo en ese tiempo me recibía
y no quería cantar más. Pero en un momento determinado, en que pedí aumento de
sueldo, me dijeron que esperara, porque oficialmente se habían quejado de que
mi voz era arrabalera, y como en ese entonces salió un decreto prohibiendo
muchas letras por su lenguaje, por una cuestión de amor propio me separé y me
demostré que podía seguir cantando igual... pero solo. Entonces debuté en la Audición Federal. Un programa que se escuchaba
en todos lados... En cierta ocasión, Sciammarella escribió un vals y me dijo:
"Tengo un tema para vos". Y así fue como estrené la Canción de los cien barrios porteños. Allí sí, la gente como nunca
comenzó a identificarse conmigo. Seguramente porque después de Gardel nadie le
volvió a cantar al barrio. Y además, porque advirtieron que mi personalidad no
era adquirida, sino espontánea. Yo pienso que a partir de allí comenzó mi
carrera.
-- ¿Cómo es eso?
-- Es que formé
mi propia compañía teatral, Debuté con Yo
soy Juan Tango, en el Presidente Alvear, con la orquesta de Pedro Maffia.
Al año, con Olinda Bozán, hice Yo llevo
un tango en el alma. También debuté en el cine en Adiós Pampa mía, con Alberto Vila. Y comencé a grabar discos con mi
propio conjunto, que dirigía Emilio Balcarce. Y aquí empecé a incluir a los negros.
Canté los primeros candombes. Eso fue otro fenómeno popular. Tenía un grupo de
morenos que bailaba mientras yo cantaba. Fue una locura, a tal punto que aun en
la actualidad me siguen preguntando por ellos. Con mi compañía de revistas, o
de comedias musicales, hice prácticamente todos los teatros de la ciudad. Y
después, empecé a "caminar" en el extranjero...
-- Noto que
existe una recuperación tanguera. Porque la gente se empezó a dar cuenta del
valor del tango tradicional. Lo que no quita que tenga innovaciones, claro está,
porque ya no estamos en los tiempos del Quinteto Pirincho. Pero si hay conjuntos
como el Sexteto Mayor, que no destruyen al tango y que han permitido su
evolución. Es que hay dos cosas fundamentales que deben existir: la melodía y
el compás del dos por cuatro. Cuando no existe eso, es cualquier cosa menos
tango. El tango tiene que llevar ese ritmo para seguir siendo bailable. Como lo
fue en sus orígenes. Porque no hay que olvidarse de que nació acunado al son de
las lonjas candomberas. Por eso yo hago el candombe. Porque nació en un barrio
habitado pura y exclusivamente por los negros. Por eso no se puede desvirtuar
la raigambre. Porque resulta algo con gusto a nada. No es música de Buenos
Aires, ni de Estambul ni de ningún lado. Se destruye, no se innova.
-- Y justamente, éste es el momento en que menos se
baila...
-- Sí, ahora se escucha mucho y se baila poco. Pero finalmente,
esto que se escucha no queda. Y si no queda, no cumple ningún objetivo. La
música popular tiene que hacerse para que la gente la silbe o la tararee. Si
no, no es popular. No es que esté en contra de la orquestación. Sería
interesante que apareciera una orquesta que tuviera un estilo propio, como la
de D’Agostino o la de Di Sarli, entre tantas otras. Pero ya en este tema de
bailar el tango, la muchachada está asustada. Porque lo que están viendo por
televisión es acrobacia pura. No saben que se hace así porque la televisión es
show. Pero el tango no se baila de esa forma. Se lo baila "a cuore".
Como se lo siente. Y quienes más lo pueden sentir son los adultos. Por una
razón muy particular. El tango -y por eso no morirá nunca- cuenta una historia
en la cual cada uno de nosotros podernos ser los primeros actores. En el fondo,
todas repiten el tema del desengaño amoroso. Y estas cosas solo se pueden ir
sintiendo a medida que pasan los años. ¿Qué pibe de 18 años puede sentir este
problema? Pero con el tiempo, al tango uno lo siente más. Por eso se baila con
el corazón.
Publicado por Miguel Recuerdo
Tango-100 Años de Historia-Pág. 254-255-257
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