21/7/18

Ariel Ardit: "Me gusta cantar de forma sutil"

Por Manuel Barrientos

Durante seis años fue la voz de El Arranque, experiencia a la que considera "el jardín y la universidad" de su carrera. En "Ni más ni menos", su segundo disco solista, versiona tangos no tan conocidos de la década del cuarenta. En los 80, fue luchador de catch.

"Me gustan las formas sutiles, con una acentuación que permita cantar más liviano y no quedarme en las notas", dice Ariel Ardit. Y allí está su reciente segundo disco solista, "Ni más ni menos", donde confirma que es uno de los cantores más refinados de la escena tanguera actual, como ya se intuía en sus trabajos junto a la Orquesta El Arranque.

Nacido en Córdoba, hijo de la cantante folclórica Adriana Oviedo (quien solía acompañar a Jaime Torres y Eduardo Lagos), Ardit comenzó a estudiar canto lírico en su adolescencia. Seducido por la voz de Carlos Gardel, se introdujo en el tango y descubrió a quienes hoy son sus referentes: Floreal Ruiz, Alberto Marino, Enrique Campos, Raúl Berón, Alberto Podestá. Es decir, los grandes cantores de las orquestas de la edad dorada del tango.

¿Cómo seleccionó el repertorio de "Ni más ni menos"?

Siempre mantuve una línea en la elección del repertorio, que tenía que ver con buscar temas que si bien no estaban en el olvido -porque el público tanguero los conoce-, no fueran los más trillados, los que siempre se escuchan en las casas de tango. Se trata de traer esos temas a la memoria de los tangueros y sorprender a la gente que recién entra en el tango con un repertorio distinto. Son temas que grabaron los cantores de la generación del cuarenta, que es la época que más me gusta del tango. Aunque hay algunos de los años veinte, como "El Abrojito" y "Pero yo sé". En cierta forma, sigo con la búsqueda de El Arranque. Me gusta cantar de forma sutil, con una acentuación que permita cantar más liviano y no quedarme en las notas.

¿Qué lo seduce de los cantores de las orquestas de los años cuarenta?

Yo estudiaba canto lírico y Carlos Gardel fue el primer referente fuerte que me acercó al tango desde el canto, desde la voz. Y empecé a fanatizarme, conseguí muchísimo material, discos, las películas que aún no estaban en DVD. Después, cuando comencé a trabajar con El Arranque, me interesé por las orquestas típicas y empecé a comprar discos de los cantores del cuarenta. Me atrae esa amalgama que hay entre la voz del cantor de orquesta y los instrumentos. Hay un lenguaje que es muy sutil, sin ningún tipo de estridencias, que busca transmitir un mensaje claro. No había vedettismo en los cantores.

¿A qué cantores toma como punto de referencia para sus interpretaciones?

Siento mucha admiración por la voz de Alberto Marino y por la interpretación de Floreal Ruiz en las grabaciones con la orquesta de Aníbal Troilo; también me atrae la forma de frasear y la cosa melódica de Raúl Berón, ya sea con la orquesta de Troilo, de Enrique Francini y Armando Pontier, de Miguel Caló o de Lucio Demare. Otro referente ineludible es Enrique Campos, muchas veces pienso en la forma en la que él interpretaría algún tango sobre el que estoy trabajando, con esa sencillez que tiene. Y también Alberto Podestá, a quien pude conocer y con quien hoy me une una amistad.

¿Cómo es esa relación con Podestá?

Alberto Podestá es un referente vivo, uno de los mejores cantantes de la historia del tango. Uno de los primeros discos de tango que compré fue Sombras del puerto, donde hay una foto en blanco y negro de Podestá y la tapa en color. No sabía ni que estaba vivo, pero Gabriel Soria, un gran coleccionista y amigo, me ayudó a contactarlo.

Nos juntamos a tomar un café. Yo estaba muy nervioso, porque estaba fascinado con la posibilidad de encontrarme con un tipo que había cantado en los cuarenta con orquestas tan importantes.

¿Qué pasó en ese primer encuentro?

Le manifesté mi gran admiración, le pregunté desde qué comía antes de ir a cantar hasta si vocalizaba a la mañana o antes de salir al escenario, cosas que me interesaban acerca de la preparación del cantante. Ahí descubrí que los de esa generación eran naturalmente cantores de tango, que tenían esa condición fabulosa, no había grandes secretos. No eran grandes estudiosos, ni facultativos. Alberto me contó que comenzó que estudiar clases de grande, para cuidarse la voz, cuando ya tenía toda una carrera hecha. Pero uno escucha las grabaciones y no parece así. Era muy importante el rol del director. Podestá cuenta cómo Carlos Di Sarli le enseñaba a frasear, a respirar, a hacer las medias voces. Después, hicimos una amistad y, ahora, nos juntamos y a veces ni hablamos de tango.

Algunos críticos afirman que su estilo trae a la memoria el de Floreal Ruiz…

Se trata de un gran elogio, aunque me siento muy lejos de eso. Es "el" intérprete para los ortodoxos del tango. Creo que si hubiese una universidad de los cantores de tango, la última materia sería escuchar el disco Buenos Aires conoce, que grabó junto a Raúl Garello, en 1977, un año antes de morir. Ruiz nunca tuvo una gran voz y ahí canta con un hilito, pero es interpretación y esencia pura. No hay nada más que eso. Es increíble el poder y la concentración que tenía para expresar algo, que está muy por encima de lo que puede ser una voz linda o fea.

Ese disco, lo he regalado infinidad de veces. Después, con El Arranque, tuve la suerte de grabar "Buenos Aires conoce" nada más y nada menos que con Raúl Garello, y él me autografió el disco. Lo tengo guardado como un tesoro.

¿Qué recuerdos tiene de su trabajo con la Orquesta El Arranque?

Cuando entré en la orquesta no tenía ninguna experiencia de cantar con una orquesta y hacía sólo un año que cantaba tango en El boliche de Roberto, que es donde empecé, acompañado con una sola guitarra. Tampoco había cantado sobre un arreglo o con un concepto rítmico bien definido. Así que al principio me costó, pero El Arranque fue el jardín y la universidad, porque hice todo ahí, mientras comenzaba a ganar plata como cantor de tango. Fue un curso acelerado, porque los chicos sí venían con una gran información y formación acerca del tango. Creo que fue el mejor principio que puede tener cualquier cantor.

¿Por qué decidió grabar un disco dedicado únicamente al repertorio de Homero Manzi?

Yo tenía una amistad con su hijo, Acho Manzi. Siempre iba a su casa y él me hacía escuchar tangos, no sólo de su padre. Me regaló un libro con muchísimos temas de Manzi, que incluía las partituras; y otro con poemas. Así que cuando, en 2007, se cumplió el centenario del nacimiento de Manzi, se me ocurrió hacer esos tangos, que hacía mucho tiempo que nadie cantaba, como "Ramayón", la canción de cuna "Duerme" y "Negra María".

Presenté ante la Secretaría de Cultura de la Nación el proyecto para hacer el disco "Lado B", con las cosas que nadie escucha, aunque siempre estuvieron ahí. Gané el subsidio y lo grabé con la participación de Juan Quintero y Roberto Carnaghi, que recitó dos poemas. Ahora, espero que en algún momento sea editado.

¿Qué desafíos se plantea a futuro para su carrera?

Mi sueño es armar una orquesta, pero es muy difícil, por cuestiones económicas, de logística, de traslado. Uno puede armar una orquesta con grandes músicos para alguna ocasión, pero es muy difícil lograr permanencia y poder trabajar de eso. Sin embargo, sé que en algún momento voy a lograr transformar al grupo en una orquesta actual, no como las del cuarenta. Sé que lo voy a hacer.

El luchador

Antes de convertirse en cantor de tangos, Ardit se probó, sin éxito, como jugador de fútbol, fue sonidista en los shows de sus tíos imitadores, vendió señaladores en los colectivos, trabajó en una cancha de paddle, cortó asado en una parrilla. También fue luchador de catch. "En la secundaria, me hice amigo de Alejandro, el hijo de Mister Moto. Apenas lo conocí le dije que su viejo era mi ídolo de Titanes en el Ring. Me llevó a conocerlo al gimnasio que tenía en Plaza Italia", recuerda Ardit. No se quedó sólo con la alegría de conocer a su ídolo: quería practicar lucha. Y recuerda: "Después de un proceso de ablande a Mister Moto, porque yo tenía sólo 16 años, me sumé a Colosos de la Lucha, la troupe que había armado después de la separación de Titanes. Mi personaje era El Joven Fama, que era el paralelo del Pibe 10. Peleaba a cara descubierta y era de los buenos".