Cuando Laborde
estrenó en 1924 "Griseta", se estrenó algo más que un tango. Fue testimonio
de una época muy particular que incluía un extravagante intercambio entre dos
capitales: Buenos Aires y París, París y Buenos Aires. Mercadería poco vulgar
en ese intercambio eran las "grisettes", cuya historia, aunque
seguramente bajo otra denominación menos afrancesada, no es ajena a ninguna
memoria que tenga huellas arrabaleras. González Castillo, su autor, trasladó
además en esta letra a extraños personajes de la literatura europea a oídos
porteños. A los que regaló también parte del periférico vocabulario parisino.
Griseta, el tango
de Enrique Delfino, es un clásico. ¿Y qué es un clásico? Muchas veces se usan
palabras: sin saber bien qué cosa significan. En Roma, el clasiscus era
un ciudadano de la primera de las cinco clases en que estaba dividida la
sociedad. Después se dijo clásicos de los escritores considerados dignos de imitación
y, por último, de todo lo que es principal y notable.
Aclaradas así las
cosas, cuando se dice que Griseta es un clásico se pretende decir que es
uno de los tangos más notables de todos los tiempos. Pero ¿por qué Griseta?
Una grisette es, en
francés, una obrerita. Primero se llamó grisette a cierta tela gris,
muy ordinaria; y luego a las obreritas que vestían trajes o uniformes. Debían
de ser bastante 'ligeritas', porque ya en el 1600 se llamaba grisettes a las costureritas y bordadoras que se dejaban galantear
fácilmente. Como se ve, antes de que la costurerita de Evaristo Carriego
anduviera dando malos pasos por Palermo, otras muchas habían trastabillado ya
por las rues de París.
Además de ser un
clásico, Griseta es un paradigma; es el prototipo del tango romanza
creado por Delfino y por Cobián (en realidad, es el primero en cuya partitura
aparece la designación "romanza"). El tango romanza no es sino un aire que
ha perdido el último vestigio de canyengue, que tiene un aire romántico, como
la romance francesa, y que está musicalmente más desarrollado que los
tanguitos de la primera guardia. El estreno de Griseta estuvo a cargo
del tenor Raúl Laborde en 1924.
Ya se sabe que la
letra de Griseta es de José González Castillo. En 1924, París ya era,
desde hacía diez u once años, la sucursal del tango. Y Buenos Aires, la meca de
los rufianes franceses. Buenos Aires exportaba a París apuestos ciudadanos que,
si no se parecían, trataban de parecerse a RodoIfo Valentino, y París exportaba
a Buenos Aires y a Rosario la flor y nata del proxenetismo. Griseta -como
madame Yvonne- fue un producto de ese intercambio, una mercadería consignada
al arrabal que, como era habitual, recaló en el cabaret.
González Castillo
congregó en Griseta un grupo de personajes extraños: Schaunard, Des
Grieux, Duval... ¿Quienes son esos caballeros? González Castillo los exhumó de
tres famosas y se supone que por entonces muy leídas novelas francesas: Rodolfo y Mimí, Museta y Schaunard
son dos parejas de amantes de las Escenas de la Vida Bohemia, la famosa
novela de Henri Murger que también inspiró La Boheme, de Giacomo Puccini.
Manon y Des Grieux son los protagonistas de Manon Lescaut, famosísimo
folletín que el abate Prevost publicó en 1733. Y Margarita Gauthier y Duval lo
son de La Dama de las Camelias, la novela de Alejandro Dumas (hijo).
Por supuesto, la
letra de Griseta está empedrada de términos franceses y argóticos.
Habla del quartier, que no es sino el quartier latin, el barrio
latino, estudiantil y ruidoso, de Montparnasse; menciona al muguet, que
en español se dice muguete y es una planta lilácea, de flores muy perfumadas,
y no se olvida -por supuesto- de la cocó, que entonces estaba de moda y qué, según documenta A media luz, el
tango de Lenzi y Donato, en ciertos 'pisitos' abundaba como en botica.
El encanto de
Griseta está, por supuesto, en la melodía lánguida, desalentada, de Delfino.
Pero también en los versos del viejo Castillo, llenos de sugestión y de
misterio; la sugestión y el misterio que aporta la evocación.
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