Hace muchos años nací en Baigorrita. Como no es mucha la gente que conoce el lugar, siempre digo para abreviar, que nací en Junín, Provincia de Buenos Aires. Como casi todos los que nacemos en un pueblo, nos conocemos desde siempre. Mi padre era nacido en Los Toldos, General Viamonte, bastante cerca de Baigorrita, pueblo chiquito pero grande de corazón como sus gentes, que si no eran parientes nuestros, seguro que eran grandes amigos. Hace ya unos cuantos años que no voy por allá. La última vez lo hice en compañía de mi madre y uno de mis hermanos, Miguel, y en el club del pueblo nos hicieron un homenaje inolvidable. Baigorrita, como todo pueblo, con su infaltable cancha de paleta o frontón, donde los domingos generalmente se realizaban y se realizan todos los acontecimientos.
De allí mis padres nos llevaron a mi hermano Martín y a mi, que soy el segundo, a vivir a Caseros, hoy Partido Tres de Febrero. En la Avenida San Martín al 2500 más o menos, mi padre se dedicó a la venta de corderos, en ferias. Los corderos se carneaban en casa y nosotros a pesar de ser muy chicos, tratábamos de ayudarles a la luz de las velas. Luego de madrugada, lo acompañábamos a la feria, íbamos en carro. En días de lluvia, los barriales eran de locos, pero nosotros nos divertíamos y a la vez ayudábamos en algo, aunque no mucho. Eran tiempos duros, en que a los pibes los Reyes Magos nos dejaban una moneda o unas medias blancas. Cuando eso ocurría, yo me ponía las medias y me sentaba de piernas cruzadas en la vereda, mostrándolas con orgullo. A quién? A nadie, porque en esa época, por Avenida San Martín a esa altura, no pasaban ni los sapos.
De allí, de Avenida San Martín fuimos a vivir mas al centro de Caseros, a dos cuadras de la estación. Mi padre entonces alquila el Mercado Modelo y se queda con un puesto de carnicería. El resto los subalquila. Nosotros vivíamos en los altos del mercado, así que una vez cerrado, nos tocaba barrerlo. En esa tarea, siempre encontrábamos alguna monedita que guardábamos para ir al cine Paramount, a la vuelta del mercado. En ese cine, tuve la oportunidad de ver personalmente a Carlos Gardel. Lo esperábamos todos los pibes a la salida y yo tuve la alegría, que con su proverbial gesto cariñoso, Don Carlos me tocara la cabeza. Eso es algo que siempre recordaré como un sueño. Como también recordaré siempre como un sueño mi primera grabación: "Que buena es".
Un día mi padre me sorprende escuchando en un receptor de esos que hoy nos parecen tan antiguos, a Ignacio Corsini. Me encantaba. Yo por mi parte trataba de imitarlo. Por supuesto, ignoraba que mi padre estuviese detrás de mí. Diría que ese fue el comienzo de todo. A partir de allí canté en cuanta reunión familiar o de amigos se formara, festivales, etc. La gente decía que lo hacía bien. Recuerdo que un día en el colegio, se prepara la representación de una zamba muy vieja "Farol de los gauchos". Mi padre me viste entonces de gaucho. Todo se hace con grandes preparativos, hasta encarga a un zapatero, semanas antes, la confección de unas botas a medida, de cuero blanco, hermosas y además todo un lujo. Llega el día de la representación y comienza la colocación de cada uno. A mi me tocó cantar en la última fila, donde no se me veía ni la cabeza. De más está decir que pasaron totalmente desapercibidos mi canto, mi traje y mis botas, de las que estaba muy orgulloso y que al poquito tiempo nomás me quedaron chicas. Siempre recuerdo este momento como también recuerdo y recordaré el cariño del público y su consecuencia al pedirme un tema tan hermoso como "De igual a igual".
De lo anterior pasa algún tiempo y mi padre, Don Martín, un "vasco bueno", decide dejar la carnicería porque, claro, se vendía mucho "al fiado" y luego costaba cobrar. Se decide entonces por algún negocio en el que "no se fiara" y funda una línea de colectivos que primero fue la "8" y después la "24", mas tarde la "230" y hoy "130". Llegamos a tener tres colectivos en esa línea, pero la cosa no andaba nada bien. El recorrido era de Saavedra a San Isidro. A veces yo le hacía compañía. En muchas oportunidades si iba vacío para San Isidro y algún pasajero que iba para el lado contrario, o sea para Boulogne, esperaba el vehículo, él daba la vuelta y lo llevaba. Así era mi padre... mi viejo... mi amigo.
(redactado por Julio Martel)
Miguel Recuerdo.
De allí mis padres nos llevaron a mi hermano Martín y a mi, que soy el segundo, a vivir a Caseros, hoy Partido Tres de Febrero. En la Avenida San Martín al 2500 más o menos, mi padre se dedicó a la venta de corderos, en ferias. Los corderos se carneaban en casa y nosotros a pesar de ser muy chicos, tratábamos de ayudarles a la luz de las velas. Luego de madrugada, lo acompañábamos a la feria, íbamos en carro. En días de lluvia, los barriales eran de locos, pero nosotros nos divertíamos y a la vez ayudábamos en algo, aunque no mucho. Eran tiempos duros, en que a los pibes los Reyes Magos nos dejaban una moneda o unas medias blancas. Cuando eso ocurría, yo me ponía las medias y me sentaba de piernas cruzadas en la vereda, mostrándolas con orgullo. A quién? A nadie, porque en esa época, por Avenida San Martín a esa altura, no pasaban ni los sapos.
De allí, de Avenida San Martín fuimos a vivir mas al centro de Caseros, a dos cuadras de la estación. Mi padre entonces alquila el Mercado Modelo y se queda con un puesto de carnicería. El resto los subalquila. Nosotros vivíamos en los altos del mercado, así que una vez cerrado, nos tocaba barrerlo. En esa tarea, siempre encontrábamos alguna monedita que guardábamos para ir al cine Paramount, a la vuelta del mercado. En ese cine, tuve la oportunidad de ver personalmente a Carlos Gardel. Lo esperábamos todos los pibes a la salida y yo tuve la alegría, que con su proverbial gesto cariñoso, Don Carlos me tocara la cabeza. Eso es algo que siempre recordaré como un sueño. Como también recordaré siempre como un sueño mi primera grabación: "Que buena es".
Un día mi padre me sorprende escuchando en un receptor de esos que hoy nos parecen tan antiguos, a Ignacio Corsini. Me encantaba. Yo por mi parte trataba de imitarlo. Por supuesto, ignoraba que mi padre estuviese detrás de mí. Diría que ese fue el comienzo de todo. A partir de allí canté en cuanta reunión familiar o de amigos se formara, festivales, etc. La gente decía que lo hacía bien. Recuerdo que un día en el colegio, se prepara la representación de una zamba muy vieja "Farol de los gauchos". Mi padre me viste entonces de gaucho. Todo se hace con grandes preparativos, hasta encarga a un zapatero, semanas antes, la confección de unas botas a medida, de cuero blanco, hermosas y además todo un lujo. Llega el día de la representación y comienza la colocación de cada uno. A mi me tocó cantar en la última fila, donde no se me veía ni la cabeza. De más está decir que pasaron totalmente desapercibidos mi canto, mi traje y mis botas, de las que estaba muy orgulloso y que al poquito tiempo nomás me quedaron chicas. Siempre recuerdo este momento como también recuerdo y recordaré el cariño del público y su consecuencia al pedirme un tema tan hermoso como "De igual a igual".
De lo anterior pasa algún tiempo y mi padre, Don Martín, un "vasco bueno", decide dejar la carnicería porque, claro, se vendía mucho "al fiado" y luego costaba cobrar. Se decide entonces por algún negocio en el que "no se fiara" y funda una línea de colectivos que primero fue la "8" y después la "24", mas tarde la "230" y hoy "130". Llegamos a tener tres colectivos en esa línea, pero la cosa no andaba nada bien. El recorrido era de Saavedra a San Isidro. A veces yo le hacía compañía. En muchas oportunidades si iba vacío para San Isidro y algún pasajero que iba para el lado contrario, o sea para Boulogne, esperaba el vehículo, él daba la vuelta y lo llevaba. Así era mi padre... mi viejo... mi amigo.
(redactado por Julio Martel)
Miguel Recuerdo.
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